Comunidad Tierra de Encuentro

Bienvenido a tu Tierra, una tierra para el encuentro


ERES AMADA, ERES AMADO MC. 1, 9-11

Qué alegría recibirnos de nuevo unos a otros en este tiempo compartido de abrirnos a la Palabra y la Oración juntos. Este juntos que tiene una fuerza transformadora por sí mismo.

Hoy se nos ofrece una oportunidad transformadora.

Vamos a escuchar en la lectura de evangelio de Marcos las palabras ERES AMADA, ERES AMADO.

Forma parte inarrancable de cada uno de nosotros esta realidad: ERES AMADO/A, HAY UN SÍ A TI Y A TU VIDA como es hoy, a tu existencia. IMPORTAS. Eres capaz de despertar amor solo por el hecho de que vives. Hay ALGUIEN para quien esto es así.

A veces nos es fácil dejarnos amar; a veces no es fácil abrirnos al amor gratis de OTRO. A lo largo de estos meses hemos hecho un recorrido para prepararnos a este momento: nos hemos sentado a los pies de un Jesús, que sabe dónde está lo esencial y nos ayuda a descubrir lo que para cada uno/a es la esencia que no nos será arrebatada. Nos hemos abierto a la pequeñez y, por ella, a la sabiduría de lo sencillo que trae alegría de vivir. Hemos visto al Padre que hace fiesta ante nuestra vuelta estemos como estemos; que es Fuente de vida en todas nuestras muertes. Por último, hemos escuchado estas palabras de Jesús: nadie te condena, yo tampoco.

Vueltos a nuestra esencia, sencillos, abiertos a la Vida que se nos ofrece siempre y no nos condena, tengamos hoy la osadía de escuchar en los más hondo que nos sea posible estas palabras: ERES AMADO, ERES AMADA. Tengamos hoy la osadía, la humildad, la esperanza y la apertura para CONSENTIR a dejarnos amar, a dejarnos escuchar ese SÍ PROFUNDO a NUESTRAS VIDAS del Dios-Amor de Jesús.

Podemos ahora acoger y compartir en una palabra o una frase, ¿en qué necesito dejarme amar al inicio de este encuentro?

Después de este primer tiempo de acogida, de recibirnos unos a otros en lo que nos habita al comenzar, vamos iniciar un camino hacia nuestro interior a través del silencio y de la presencia.

Es un tiempo gratuito para preparar la tierra interior. Para abrirnos y dejarnos estar en ese lugar íntimo donde podemos vivir una soledad vitalizante, abrirnos a la vida, y dejarnos visitar.

Acomodamos nuestro cuerpo a una posición que nos vaya bien, que nos permita empezar a distendernos, a serenar nuestra mente.

Gustamos de que nuestro cuerpo está aquí y ahora, acomodado y sereno.

Prestamos atención a nuestra respiración. Estamos atentos a este movimiento natural de respirar. Recibimos, soltamos y nos dejamos sentir. Varias veces.

Nuestra atención a la respiración, nos abre por dentro. Cada respiración nos abaja, suavemente, sin forzar… dejando que este movimiento natural haga su trabajo en mi.

Dejo que la respiración vaya abriendo hueco en mi.

Sólo estoy atenta, consciente, no se nos pide más.

Y dejamos que venga lo que hay ahí.

Una paz, una luz, una presencia, un susurro, una calidez,…

Dejo que venga y lo recibo.

No tengo que poner palabras… sólo lo dejo sentir y lo recibo.

Permanezco en este estado interior de apertura lo que sea posible, en silencio.

En aquel tiempo vino Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. En cuanto salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se escuchó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»

Hoy nos vamos a detener en un pasaje que es muy conocido, lo podemos encontrar en los tres evangelios sinópticos y en el evangelio de Juan, aunque no aparece de manera explícita; es el Bautista, el que hace memoria de esta escena; se trata del relato del Bautismo de Jesús, donde se nos presenta el momento en el que Jesús, justo antes de iniciar su vida pública, vivió la experiencia de la certeza de ser Hijo amado de Dios, una experiencia en la que recibe el impulso del Espíritu, y esto le acompañará cada instante de su vida.

Jesús a lo largo de su vida debió de ir tomando conciencia de su identidad, como hijo amado de Dios y del papel que el Padre le confía dentro de la historia humana, pero es en el acontecimiento del Bautismo en el Jordán, donde se concentra esta toma de conciencia.

Marcos nos narra el bautismo de Jesús, con tres momentos significativos:

Un primer momento: Vino Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan le bautizara en el Jordán. Jesús siente el impulso que le lleva a ir a Juan para que lo bautice en el agua que da Vida. El se pone en camino para recibir de otro esa agua que da Vida. Jesús nos enseña en primer lugar, que necesitamos ponernos en camino hacia lo que da Vida, para que la Vida se de en nosotros, y para que esto suceda es necesario que nos impliquemos en ello.

Un segundo momento: En cuanto salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma El cielo rasgado nos habla de la desaparición de todo lo que impide la comunicación con Dios. El cielo se rasga y la diferencia entre cielo y tierra queda liberada en Jesús, lo divino y lo humano queda unido en Él para siempre, y a través de Jesús se abre la posibilidad de romper esa diferencia también en nosotros.

 Después de rasgado el cielo el Espíritu desciende y se posa en Él, iniciándose desde el Espíritu una comunicación intima con el Padre. Con Jesús se abre en todo ser humano la posibilidad de romper la diferencia entre el cielo y la tierra, entre lo divino y lo humano, y restablecer la comunicación con Dios.

En el relato del Bautismo, el Espíritu se convierte un protagonista de excepción, será la fuerza de Dios que acompaña a Jesús siempre. El Espíritu es un regalo de Dios, que también se nos regala a nosotros, solo tenemos que tomar conciencia, de que, en lo más profundo de cada ser humano, hay una fuerza que nos impulsa y nos llama a la Vida constantemente, para facilitar su escucha necesitamos hacer silencio, en el relato que hace Lucas del Bautismo deja claro, que Jesús está orando en el momento en el que el cielo se rasga y el Espíritu desciende sobre Él. El silencio facilita que podamos abrirnos a este misterio, percibir el impulso que nos llama a la Vida y sentirnos amados. Jesús nos enseña que en el silencio que nos conecta con la Fuente que da Vida, tenemos la posibilidad de sentir como algo rompe dentro de nosotros, algo se abre y libera la diferencia, la división entre cielo y tierra, entre lo humano y lo divino, entre lo espiritual y lo cotidiano para vivir una sola vida que tenga a Dios como centro.

Un tercer momento: Se escuchó una voz del cielo; Tu eres mi Hijo amado, en ti me he complacido. Esta expresión nos revela la especial relación que existe entre Jesús y el Padre. En el Bautismo Jesús toma conciencia de su identidad y vio claro el sentido de su existencia, que no es otro que reconocerse como hijo amado y descubrir a Dios como Padre. A partir de esta experiencia la vida de Jesús es un continuo manifestar el amor de Dios en Él y su misión no fue otra que hacernos a nosotros conscientes; ayer, hoy y siempre de que tenemos la posibilidad de convertirnos en hijos amados, en hijas amadas, sabiendo que el amor de Dios es incondicional, es un amor que se está dando constantemente, nosotros no tenemos que hacer, ni alcanzar nada para ser amados, solo hacernos conscientes de que su amor está ya en nosotros.

Henri Nouwen dice que es cierto que somos hijos amados de Dios, pero tenemos que convertirnos interiormente en amados. Se trata de llegar a sentir ese amor en lo profundo, se trata de dejarnos amar, de entrar en la experiencia de que soy digno de un amor sin condiciones, a veces nos protegemos de ser amados y convertirnos en amados es permitirnos experimentar ese amor, de manera que se concrete en lo que pensamos, decimos o hacemos… llegar a sentirnos amados no solo en momentos excepcionales sino en las situaciones cotidianas de la vida diaria.

Jesús se dejó amar, se sintió Hijo amado y se convirtió en el Hijo amado, por eso toda su vida, sus palabras y sus actos nos hablan de como Él experimenta la relación con el Padre de una manera singular, toda su vida estuvo orientada desde esta experiencia de ser Hijo amado de Dios, y por eso llama a Dios «Abba» y nos enseña a nosotros a llamarlo Padre. Es una experiencia que vive desde su humanidad y eso nos capacita a nosotros a desvelar que nuestro verdadero ser, es que somos hijas amadas, hijos amados.

En el Jordán se rasgó el cielo para que el Espíritu de Dios descendiera en Jesús y guiado por su fuerza supo que era el Hijo amado, esta certeza le convirtió en el amado.

¿Cómo desvelar en nosotros esta certeza? Quizás nos ayude tomar conciencia de que el Espíritu guía nuestra vida hacía la vida en Dios, y permitir que lo haga.

¿Siento la necesidad de que algo en mi interior se rasgue, para poder sentir el impulso del Espíritu, que me convierta en lo que ya soy, hijo, hija amada de Dios?

Con estas preguntas de fondo nos hacemos conscientes de que necesitamos silencio para que se rasgue lo que necesite ser rasgado, necesitamos silencio para percibir y permitir que el impulso del Espíritu guie nuestra vida, necesitamos silencio para escuchar la voz que nos dice; Tu eres mi hijo amado, tú eres mi hija amada, y necesitamos silencio especialmente para dejarnos amar, convirtiéndonos en hijos amados y vivir trasparentando su amor.

Iniciamos este rato de oración en silencio, concentrándonos de nuevo en el ritmo de la respiración… contempla ese ritmo en el que la vida se concentra por completo……  Sitúate dentro de la escena del bautismo en el Jordán, acércate a Jesús y escucha las palabras que el Padre le dice; Tu eres mi hijo amado. ¿Qué te dice a ti hoy?... Déjate amar